Por Reinaldo Escobar

“Yo sé que ahora vendrán los pesimistas con su jarro de agua fría a mis ilusiones”, parodiaba en tiempo de tango un vecino, conmocionado por el reportaje de la televisión cubana donde se revelaba el plan de inundar con soya , lo que se había llenado antes de marabú, justamente donde una vez se sembró la caña de azúcar, allá en las feraces tierras de Ciego de Ávila. El extenso documental tuvo su estreno al finalizar la última reunión ampliada del consejo de ministros y tuvo el sabor de carta largamente escondida, sacada en el momento propicio.

Al terminar el programa me di cuenta que había cometido el incalificable error de no grabarlo, como nunca grabé las promesas del cordón de La Habana, ni de la zafra de los diez millones, ni la avalancha de leche que traerían los F1 y F2 en los pastoreos intensivos, ni los prometedores e indiscutibles resultados pedagógicos de las escuelas en el campo, ni la pronta solución al problema de vivienda a través de las microbrigadas, ni los plátanos micro jet insertados en el plan alimentario, ni el éxito de las nuevas locomotoras chinas y tantos otros “!ahora sí que…!” escuchados en medio siglo.

Soya y maíz como cultivos alternos es una brillante idea, sobre todo si se trata de llevarla a buen término sin voluntarismo y atendiendo a la rentabilidad y a la sostenibilidad ecológica del entorno; pero que no sea otro “plan piloto” que haya que cumplir “sean las que sean las dificultades”, con el propósito de demostrar que alguien tenía la razón. Ojalá que el tango parodiado de mi vecino no termine como el original con aquello de “Todo es mentira, mentira es el lamento…”

Por Reinaldo Escobar

A finales de los años 60 estuve a punto de cambiarme de carrera. Vivamente entusiasmado por lo que leía en la revista Pensamiento Crítico pretendí matricularme en el Departamento de Filosofía. Pero aquello era un coto cerrado y a mí me faltaban méritos. Fernando Martínez Heredia era entonces el director de aquella publicación, finalmente clausurada por Raúl Castro en 1971.

Gracias a Fernando me enteré de que había otra forma de interpretar el marxismo, especialmente  leyendo a Louis Althusser, ese brillante intelectual que “hacía hablar a Marx”. En más de una ocasión me pregunté cual sería la respuesta que daría Martínez Heredia ante tal o más cual asunto, atribuyéndole, sin tener ninguna prueba para ello, una clara tendencia antidogmática y alguna dosis de coraje personal.

Este año vuelvo a saber de aquel filósofo del patio, pues una de las personalidades a las que se dedica la XX Feria del Libro de La Habana. Lo tengo en la pantalla de mi televisor haciendo un discurso en la sesión inaugural. En un momento dice que somos “Un pueblo que se formó durante una gesta heroica, que vivía casi sin nada sin empleo salud pública ni escuelas entre el  descreimiento y la apatía…” y entonces me pregunto si me habré equivocado de Fernando, o si acaso le han practicado una lobotomía.

¿Cómo puede un intelectual que se respete decir que hubo un momento en la historia de Cuba en que no hubo ni empleo, ni salud pública ni escuelas? ¿Habrá estudiado él en el extranjero o se alfabetizó después de la revolución? Una afirmación de ese tipo no se la acepto ni a Randy Alonso, el director del programa Mesa Redonda, de quien se puede esperar que diga cualquier tontería. De hecho hasta se me han quitado las ganas de visitar la Feria.

 

La Habana, 8 de enero de 1959. Ya la paloma había defecado sobre su hombro; ya el otro barbudo había respondido a la pregunta  “¿Se oye bien Camilo?” que luego fue transcrita como un “¿Voy bien Camilo?; ya los habaneros empezaban a inquietarse por aquel discurso tan largo en que se les advertía que a partir de ahora todo sería más difícil, entonces el comandante Dermidio Escalona mandó a callar a los indisciplinados capitalinos.

Nadie pudo calcular entonces el significado de aquel gesto, nadie podía ni siquiera sospechar que medio siglo después la artista plástica Tania Bruguera recrearía la escena en su performance “El susurro de Tatlin” en el que tuvimos un minuto de libertad ante el micrófono con paloma incluida.

Aquí les dejo aquella imagen y este link, http://www.youtube.com/watch?v=1h0EtvL2Pqg para que la tecnología y la nostalgia se conjuren; para que evaluemos lo que pudo ser y no fue y calculemos lo que podría ser si fuéramos menos obedientes ante la orden de callar.

Se acaba el 2010, ese año que, hace trescientos sesenta y pico de días, muchos creímos que iba a ser nuevo. Pero empieza el 2011 y otra vez la batería del optimismo se recarga.

Como todo cubano de la generación de los años 50, inauguré mi adolescencia con la ilusión de un país mejor. Los plazos para el cumplimiento de lo prometido se vencieron, se renovaron y se volvieron a vencer, una y otra vez. Llegué a la madurez sin arrepentimientos ni frustraciones, más bien con la inmensa alegría de haber despertado del estado hipnótico en que me sumió la maledicencia de los falsos profetas y mi perdonable inocencia. En lugar de convertirme en el tipo que “ya no cree en nada” me propuse colaborar con la colosal tarea de despertar a los que seguían prisioneros del conjuro. Para eso he tenido que creer en un par de cosas: el valor de la verdad y la inteligencia de los cubanos.

Suele citarse mucho una frase de José Martí que dice más o menos que “una idea justa desde el fondo de una cueva puede más que un ejército”. Sin ánimo de rectificar al apóstol, me atrevo a comentar que si esa idea justa se pone en internet seguramente se vuelve muy poderosa, aunque los presumibles destinatarios sean los que estén encerrados en la caverna de la desinformación y la falta de conectividad.

Sé que he abandonado un poco este espacio «Desde aquí» y quiero prometer a mis tres o cuatro lectores que en el año que ya comienza haré lo posible por tener al menos una presencia semanal. Si el diez de enero no hay nuevo post en este blog, será porque he incumplido mi promesa.

¡Que el 2011 sea el año que todos estamos esperando! ¡Que más cubanos hagamos lo que esté a nuestro alcance para que así sea!

No conforme con deportar a los presos políticos recientemente excarcelados, el gobierno cubano expulsa ahora de su tierra los restos exhumados de Orlando Zapata Tamayo. El procedimiento ha sido el mismo: hacerle imposible la vida a la familia y ofrecerle la tentadora solución del exilio. Repiten de esa forma la conocida receta de lanzar una jauría contra personas indefensas para aparecerse en el minuto conveniente a salvarlos de las garras iracundas de sus testaferros disfrazados de  “pueblo indignado”.

La prensa extranjera acreditada en Cuba, afanosa de que sus notas escalen la primacía, disfrutará del privilegio de entrevistar en el aeropuerto a la madre del mártir, para certificar la falacia de que –en última instancia- todo el alboroto era solo para esto. Con el propósito de organizar esa escena, personas no autorizadas le aseguraron a Reina Tamayo, que ya todo estaba arreglado para que viajara a los Estados Unidos, cuando ni siquiera en la Oficina de Intereses de ese país se había recibido una solicitud formal para el visado.

Representantes de la iglesia católica cubana colaboraron en la tarea de persuadir a la madre de Orlando de que todo estaba listo para dar por terminado el calvario al que la había condenado la policía política, la que domingo tras domingo organizaba piquetes para impedirle ir al cementerio y al templo de Banes. La absolvieron de continuar el sacrificio, le perdonaron los pecados y le mostraron el camino contrario de donde estaba su cruz. El mismo día de la exhumación se cumplirá un año de la beatificación del Padre Olallo y un año también de que, en una celda de castigo de la prisión Kilo 7 de Camagüey, Zapata Tamayo eligiera la inmolación antes que la sumisión.

Pasará el tiempo,  y un día recibiremos como se merece lo que quede para entonces del cadáver incómodo de este hombre, que no dejó escrita una sola frase memorable ni fue líder de nadie, pero hizo que nos avergonzáramos de
nuestra cobardía cotidiana.

El pasado fin de semana hice una entrevista a Guillermo Fariñas que podrá ser leída próximamente en la revista Convivencia. Entre las preguntas que podían perder actualidad en el momento que se publique esta conversación, estaba ésta que pongo aquí en mi blog. Comparto el optimismo y las aprensiones de Fariñas en este tema y considero que el asunto tiene una enorme importancia porque la salida de prisión del último opositor marcará un hito en el reclamo que tantas veces hemos hecho: ¡Que se despenalice la discrepancia!

R.E: Cuando solo faltan unos días para que se cumpla la promesa del gobierno de liberar a todos los prisioneros de la primavera negra, todavía 13 de ellos siguen tras las rejas. Son los que han declarado su intención de no abandonar el país. Cuál es tu punto de vista en esta situación?

G.F: En cuanto a los trece que hasta hoy quedan en prisión, me gustaría abusar de tu tiempo y quisiera mencionar los nombres de cada uno. Ellos son: José Daniel Ferrer García, su hermano Luís Enrique, Pedro Argüelles Morán, Librado Hilario García, Ángel Moya Acosta, Diosdado González Marrero, Félix Navarro Rodríguez, Iván Hernández Carrillo, Guido  Sigler Amaya, Eduardo Díaz Fleites, Héctor Maseda Gutiérrez, Arnaldo Ramos Lausurí y Oscar Elías Bicet González.

En cuanto a estas personas todas las variables son posibles, más ahora que la Unión Europea determinó no levantar su Posición Común respecto a Cuba, que, desde mi punto de vista, era uno de los objetivos que tuvo el gobierno con estas excarcelaciones. Me voy a arriesgar a decirte que yo tengo esperanzas de que los van a sacar de la cárcel, aunque no quieran salir del país. El gobierno ya tiene conocimiento de que si no se cumple lo prometido, al menos seis de esos trece van a declararse en huelga de hambre a partir del día 10 de noviembre. Es decir le darán  al gobierno 72 horas de gracia para que cumpla lo ofrecido, y si no lo cumple, se van a plantar y también algunas esposas y otros opositores.

Tengo la impresión de que las autoridades van a hacer lo posible por evitar otro escándalo internacional que vuelva a poner a Cuba en la palestra pública. Tengo esperanzas, pero no olvido que el ejercicio del poder durante más de cincuenta años crea una sensación de prepotencia que a veces hace que quienes ejercen este poder de manera absoluta pierdan la noción de la realidad

Como no tengo gracia ni para tocar el timbre de una puerta, los artistas que ejecutan con virtuosismo algún instrumento musical despiertan en mí sensaciones entre la admiración y la envidia. Cuando, por ejemplo, Frank Fernández me conmueve con sus interpretaciones de Sergei Rachmaninov o  Federico Chopin acabo por enojarme conmigo mismo por mi incapacidad para hacer algo semejante. Me hace sentir como un idiota.

Quizás por eso me sorprendió tanto que, en la última sesión del parlamento cubano este notable artista, luego de expresar que compartía las emociones de todos los presentes, dirigiéndose a Fidel Castro confesó: “Uno se siente medio idiota cuando le oye razonar a usted”. Lo  sorprendente y al mismo tiempo reconfortante, es que en mi opinión el ex presidente no estaba diciendo nada del otro mundo, incluso sus palabras estaban llenas de lugares comunes y enormes errores científicos, históricos y políticos.

¿Será que cualquiera puede tocar bien el piano? No atesoro los méritos necesarios para llegar a ser diputado de ese parlamento, pero estoy de lo más optimista, ya siento el roce de las teclas debajo de mis dedos.

No quiero caer en esa manía de viejos que se resume en la frase “yo se los dije” cuando ocurre lo que uno venía advirtiendo: No conforme con haber desperdiciado la oportunidad del 26 de julio, Raúl Castro volvió a quedarse corto en su discurso ante el Parlamento.

Lo anunciado en relación con la ampliación del trabajo por cuenta propia y la flexibilización de la contratación de mano de obra son pasos en la dirección correcta, pero que padecen aún de falta de profundidad y de una desesperante lentitud. ¿Podremos ir a la oficina que se ocupa de esos asuntos  a sacar una licencia de periodista independiente?, ¿podrán las empresas mixtas contratar a su personal sin la imposición del monopolio empleador por parte del estado?.

Era indispensable terminar con la práctica paternalista de tener a ocho personas donde bastaban tres y desde luego que debe ser la idoneidad la primera, si no la única razón para seleccionar a los que cubrirán las plazas, pero hay que enfatizar más detalladamente las presumibles discriminaciones y favoritismos que no pueden entrar en juego a la hora de los despidos.

Con el mayor respeto no creo, como afirma el general presidente que no exista una lucha entre tendencias en la dirección de la revolución. La unidad proclamada es lo que le permite a Raúl Castro invocar un “nosotros” como sujeto impreciso para determinar el ritmo de los cambios, pero justamente en ese ritmo es donde las discrepancias pueden ser más agudas y que pueden llegar a ser antagónicas cuando se sospecha que la rapidez y profundidad que algunos proponen termina necesariamente con el desmonte del socialismo.

Si las opiniones de un ciudadano se alejan de la interpretación de lo que el partido comprende como “los mismos propósitos de justicia social y soberanía nacional” no serán vistas como discrepancias honestas y serán excluidas de cualquier posible diálogo.

Raúl Castro no se dirigió al parlamento como presidente de todos los ciudadanos, sino como el jefe de un bando.  Su nada ociosa reiteración de que “no habrá impunidad para los enemigos de la patria, para quienes intenten poner en peligro nuestra independencia” pone en duda que la tan cacareada unidad  “no es fruto de la falsa unanimidad ni de la simulación oportunista” .

Queda claro, tras la lectura serena de su discurso, que dicha unidad está fundamentada en el pánico a ser señalado con el estigma de traidor a la patria que se le endilga a quienes solo están pidiendo más profundidad y velocidad en los cambios, incluso ¿por qué no? para desmontar un sistema que lo único que ha demostrado es su inviabilidad.

El presidente de todos los ciudadanos estaría en la obligación de garantizar que a ningún cubano, piense como piense, se le prive del derecho de expresarse libremente, en cualquier calle, en cualquier plaza. Por suerte, a diferencia de los que se prestan para integrar la horda de un mitin de repudio, los que opinan diferente a l partido comunista, no se sientan a esperar a que un general les diga que tienen derecho a hacerlo y lo que es mucho mejor, no dependen de que se les dé la orden de ir a manifestarse.

En su cuarta oportunidad de aprovechar la tradicional fecha del 26 de julio para lanzar al menos una señal de cambio, Raúl Castro declinó el privilegio de resumir el acto más importante del año delegando el honor en el dirigente político que personifica el inmovilismo: José Ramón Machado Ventura.

Envío mi más sentido pésame a todos aquellos que mantenían la ilusión de que esta vez sí se anunciaría el ya mítico “paquete de medidas” que cada cual ha imaginado según sus propios intereses: autorización a fundar pequeñas empresas, liberalización de la venta de autos y viviendas, fin de las restricciones migratorias y ¿por qué no? despenalizar la discrepancia política y empoderar al pueblo de la única forma posible: otorgando a los ciudadanos los plenos derechos de expresión y de asociación.

No digo que “los acompaño en su sentimiento” porque hace mucho rato me convencí de que nuestros gobernantes están incapacitados para impulsar los cambios que la nación demanda. Siguen comprando tiempo, pero cada día tienen menos capital político y cada día queda menos tiempo en el mercado. Llegará el momento en que sus bolsas estén vacías de promesas y vanas dilaciones y ya no quede ni un minuto de paciencia.

A raíz de la llamada Carta de los 74, donde se le pide al Congreso estadounidense que considere la posibilidad de flexibilizar aun más las restricciones económicas y que reconozca a sus ciudadanos el derecho de viajar a Cuba, se ha abierto un enriquecedor debate en el que vienen aflorando viejos y nuevos argumentos.

¿Quién lleva la razón? La vida dirá. En mi humilde opinión lo más provechoso es que  finalmente los cubanos, que en diversos grados y con diferentes matices manifiestan su inconformidad con la situación política del país, han soltado públicamente el lastre de sus prejuicios y se han animado a distanciarse de la falsa unanimidad.

Si hasta los comunistas ya lo vienen haciendo, aún con timidez, en las páginas del Granma divergiendo unos de otros en el delicado tema de la privatización de los servicios (sin llegar al extremo de llamarse traidores a la causa ni insultarse entre ellos), nada perjudicial será para opositores de disimiles colores políticos ofrecer civilizadamente a la luz del día sus discrepancias, sean éstas de principio o simplemente metodológicas.

Estas no han de ser discusiones que se llevan para determinar un vencedor, sino para encontrar caminos. Como estamos alfabetizándonos en estas lides habrá que tener paciencia con alguna gente apasionada que prefiera descalificar al portador de una idea en lugar de refutar con argumentos.

Algún día tendremos discusiones más difíciles, para poner algunos ejemplos, ahí está el tema de la pena de muerte y el dilema entre justicia y perdón, y qué decir de las presumibles devoluciones y del debate entre los que quieran mantener o desaparecer alguna que otra conquista. Aprendamos ahora, después no habrá tiempo.

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Reinaldo Escobar


Reinaldo Escobar (1947)
Periodista, nació y vive en Cuba. Se licenció en Periodismo en la Universidad de La Habana (1971) y trabajó para diferentes publicaciones cubanas. Desde 1989 ejerce como Periodista Independiente y sus articulos se pueden encontrar en diferentes publicaciones europeas y en el Portal desde Cuba.

reinaldoescobar@gmail.com