Como no tengo gracia ni para tocar el timbre de una puerta, los artistas que ejecutan con virtuosismo algún instrumento musical despiertan en mí sensaciones entre la admiración y la envidia. Cuando, por ejemplo, Frank Fernández me conmueve con sus interpretaciones de Sergei Rachmaninov o  Federico Chopin acabo por enojarme conmigo mismo por mi incapacidad para hacer algo semejante. Me hace sentir como un idiota.

Quizás por eso me sorprendió tanto que, en la última sesión del parlamento cubano este notable artista, luego de expresar que compartía las emociones de todos los presentes, dirigiéndose a Fidel Castro confesó: “Uno se siente medio idiota cuando le oye razonar a usted”. Lo  sorprendente y al mismo tiempo reconfortante, es que en mi opinión el ex presidente no estaba diciendo nada del otro mundo, incluso sus palabras estaban llenas de lugares comunes y enormes errores científicos, históricos y políticos.

¿Será que cualquiera puede tocar bien el piano? No atesoro los méritos necesarios para llegar a ser diputado de ese parlamento, pero estoy de lo más optimista, ya siento el roce de las teclas debajo de mis dedos.