Por Reinaldo Escobar

“Yo sé que ahora vendrán los pesimistas con su jarro de agua fría a mis ilusiones”, parodiaba en tiempo de tango un vecino, conmocionado por el reportaje de la televisión cubana donde se revelaba el plan de inundar con soya , lo que se había llenado antes de marabú, justamente donde una vez se sembró la caña de azúcar, allá en las feraces tierras de Ciego de Ávila. El extenso documental tuvo su estreno al finalizar la última reunión ampliada del consejo de ministros y tuvo el sabor de carta largamente escondida, sacada en el momento propicio.

Al terminar el programa me di cuenta que había cometido el incalificable error de no grabarlo, como nunca grabé las promesas del cordón de La Habana, ni de la zafra de los diez millones, ni la avalancha de leche que traerían los F1 y F2 en los pastoreos intensivos, ni los prometedores e indiscutibles resultados pedagógicos de las escuelas en el campo, ni la pronta solución al problema de vivienda a través de las microbrigadas, ni los plátanos micro jet insertados en el plan alimentario, ni el éxito de las nuevas locomotoras chinas y tantos otros “!ahora sí que…!” escuchados en medio siglo.

Soya y maíz como cultivos alternos es una brillante idea, sobre todo si se trata de llevarla a buen término sin voluntarismo y atendiendo a la rentabilidad y a la sostenibilidad ecológica del entorno; pero que no sea otro “plan piloto” que haya que cumplir “sean las que sean las dificultades”, con el propósito de demostrar que alguien tenía la razón. Ojalá que el tango parodiado de mi vecino no termine como el original con aquello de “Todo es mentira, mentira es el lamento…”